lunes, 5 de agosto de 2013

UN SANTO CON DEPRESIÓN




La depresión de Francisco

(1221-1223). Francisco no está en sus mejores momentos. Su estado de ánimos en la primavera de 1222 es alarmante. Las enfermedades y los problemas internos de la Orden lo han sumido en una profunda crisis. Además, desde que renunció al gobierno de los frailes, al no querer imponer nada por la fuerza, ha escogido el camino del ejemplo, llevado a veces, a extremos dramáticos. En esta amarga etapa de su vida, cada gesto, cada palabra suya, nos revelan a un hombre triste, sombrío y taciturno, amargado e incluso colérico, con todos los síntomas típicos de una profunda y dolorosa depresión. Su primer biógrafo la llama "una grave tentación espiritual" que le duró más de dos años, es decir, el periodo entre 1221 y 1223, cuando, fuertemente turbado física y psíquicamente, incapaz de mostrarse ante los demás con su sonrisa habitual, huye de su compañía y se encierra en su celda, o se interna en el bosque de la Porciúncula. Allí, en la soledad, se entregaba a la oración y a una áspera mortificación, desahogando su pena en un mar de lágrimas. De ese modo descargaba sobre sí el rigor de la vida austera y mortificada que quería ver en los demás, aunque no lo necesitara, sólo para dar ejemplo, pues, si había algo que no soportaba, era el escándalo y el mal ejemplo que a veces daban algunos frailes.

Un día le refirieron que el obispo de Fondi, en la provincia de Gaeta, recriminó a dos hermanos por dejarse crecer la barba sin medida, bajo el pretexto de un mayor desprecio de sí mismos. "Tened cuidado, hermanos -les dijo el prelado-, no estropeéis la hermosura de vuestra Orden con novedades presuntuosas". Nada más saberlo Francisco, se levantó llorando y, con las manos alzadas al cielo, exclamó: "Señor Jesucristo, que elegiste a doce apóstoles, los cuales, aunque cayese uno, predicaron, no obstante, el Evangelio, unidos a ti y llenos de un mismo Espíritu. Tú, Señor, acordándote de tu misericordia, has plantado en esta última hora la Orden de los hermanos menores para sostener la fe en ti y realizar por medio de ellos el misterio de tu Evangelio. ¿Quién dará satisfacción por ellos ante ti, si no sólo no son ejemplo de luz para todos en su ministerio, sino que manifiestan obras de tinieblas? De ti, Señor, y de toda tu corte celestial, y de mí, pequeñuelo tuyo, sean malditos los que con su mal ejemplo confunden y destruyen lo que has edificado y no dejas de edificar por medio de los santos hermanos de esta Orden".

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